Texto publicado en Acta Médica en junio de 2013:
A Cándido lo parieron con pocas luces, su madre hizo lo que pudo. Es difícil alumbrar bien a trece hijos y más en tiempos de auténticos y permanentes recortes. Y con recortes se fue él tejiendo el pensamiento: una puntada aquí, una zurcida allá, una remendada más allá. También hizo lo que pudo, lo poco que pudo, la verdad. Pero para manejarse por el pueblo iba bastante apañado. Le costaron las primeras palabras y no pasó de aprenderse las segundas, luego las cosió entre ellas, su mundo no necesitaba mucho más.
A Cándido lo parieron con pocas luces, su madre hizo lo que pudo. Es difícil alumbrar bien a trece hijos y más en tiempos de auténticos y permanentes recortes. Y con recortes se fue él tejiendo el pensamiento: una puntada aquí, una zurcida allá, una remendada más allá. También hizo lo que pudo, lo poco que pudo, la verdad. Pero para manejarse por el pueblo iba bastante apañado. Le costaron las primeras palabras y no pasó de aprenderse las segundas, luego las cosió entre ellas, su mundo no necesitaba mucho más.
Su madre lo
estuvo criando toda la vida, encantada de que por lo menos este no le terminara
de crecer, hasta que se confirmaron sus temores y murió antes que él. El padre
había fallecido primero, menos mal, la crianza era cosa de mujeres. Su hermana
mayor tomó el relevo porque la autonomía de Cándido era de corto alcance.
Pronto encontró
una ocupación que le llenaría el cuerpo de alegrías, de alegrías y gramos de
alcohol: fabricar su propio vino, aprendió fácilmente de sus expertos vecinos.
Pero sus limitadas neuronas se intoxicaban rápidamente y su carácter de natural
tranquilo se transmutaba en agresividad incontenible bajo los efluvios
enólicos. Difícil de reconducir, imposible de reelaborar.
Su nuevo médico
lo intentó cuando trató de hacerle recomendaciones saludables al valorar en sus
análisis el franco deterioro de la función de su hígado. Cándido no atendió a
razones, él no entendía de razones: se levantó bruscamente dando un puñetazo en
la mesa, gritando sin saber combinar sus escasas segundas palabras, amontonadas
en un pensamiento lineal acelerado por la adrenalina del que se enfada porque
no entiende, porque se asusta, porque no tiene palabras, como todos los que se
enfadan. Los enfados siempre son sin palabras. Abandonó airado la consulta dejando
a su hermana avergonzada sin poder disculparlo. El médico lo disculpó por ella.
Unas semanas más
tarde, Cándido volvió a la consulta, perfectamente vestido y aseado, con cita
concertada y sin su hermana, porque a lo que iba ara algo personal:
"Doctor, vengo a disculparme por lo del otro día, no pasará más. Haré lo
que usted me dice, si me deja seguir viniendo", le pareció entender al
médico adivinando entre palabras mal pronunciadas. "Pues claro que puede
seguir viniendo, Cándido", y estrechó la mano extendida del paciente.
Dejaron concertada la siguiente visita.
Cándido ha
seguido acudiendo puntualmente a sus citas programadas, con aspecto impecable,
contento, sabedor de sus progresos, encantado de ir a contarlos.
–Cándido, los
últimos análisis han mejorado mucho, se nota que se está esforzando y bebe
menos vino.
–Sí, doctor, ya
solo me tomo un vaso de vino con la comida, pequeño, como usted me dijo, y del
que hago yo mismo, que ya sabe que no le pongo alcohol, y la cerveza me la bebo
toda sin.
–Estupendo, ya ve
que podía hacerlo, así su hígado le funcionará mucho mejor. Pero recuerde lo
que le dije, que aunque usted no le ponga alcohol a su vino, él lo hace solo.
Cándido le
contestó que sí, aunque sabía que su vino no era de esos que fabrican alcohol
por cuenta propia.
Quedaron para la
próxima vez.
Qué delicia de texto! Emotivo, divertido, real.
ResponderEliminarMe descubro!
Gracias, amiga, como siempre, son un placer tus palabras.
ResponderEliminarAtrevido médico, que pretende saber más de vinos que quien lo fabrica y lo oye fermentar. De todos es sabido que el vino propio es el mejor rejuvenecedor, a pesar de lo que se piense. Atrevido médico.
ResponderEliminarEste texto está cargado de mucha intención, y nos llevas a donde nos llevas sin apenas darnos cuenta. Enhorabuena Ángeles.