sábado, 22 de enero de 2011

Lo hipocrático en la relación médico-paciente

Hipocrático resuena a falso, hipócrita, y efectivamente, ¿no se investirán con cierto tono de falsedad encubierta algunas relaciones de los médicos y sus pacientes?
Hipócrita es una palabra que viene del griego hypokrites, que significa actor. Quizá este matiz venga determinado por la sobreactuación en una relación que debería ser estrictamente profesional.
Una impostura si excesiva, igual de fraudulenta si escasa.
¿Qué pone en juego el médico exageradamente entregado e implicado en el padecer de los enfermos? El médico que se apropia el dolor del que debiera solo ocuparse, que es su oficio. El que en su afán de empatizar, sufre con cada caso como si fuera algo personal, tanto que se lo lleva a casa a convivir con su familia. La familia debería preguntarle ¿por qué no estudiaste para astronauta?, por ejemplo. Decidió ser médico voluntariamente, se dice que por vocación, ¿o no?, ¿o lo hizo pretendiendo complacer a otro? Mala profesión para ejercerla sin amarla. ¿O la eligió para autocurarse? Quién sabe, quizá se sienta culpable de algo que cree que debería dar y no puede, porque los extremos no siempre son lo opuesto.
El médico no tiene que participar personalmente en las relaciones con los pacientes y sus sufrimientos. Su deber profesional le exige despojarse de sí mismo al entrar en la consulta para atender a los demás con objetividad. El paciente no acude en busca de ayuda para que el médico llore con él, o en busca de un amigo, eso ya lo tiene en su vida privada, o es ahí donde debe procurárselo, sino para encontrar al que se supone que sabe cómo manejar sus dolencias. No quiere que el médico se preocupe por su salud, solo que se ocupe de ella. El médico no puede hacer intervenir sus propias inquietudes vitales en la relación terapéutica, ¿cómo confiarían en él los pacientes? Quedaría confusa cuál es la posición del profesional y cuál la del enfermo.
En el otro extremo, se ubican los médicos que no se implican en absoluto en los malestares de sus pacientes, como si no tuvieran nada que ver con ellos, como si su profesión no fuera precisamente aliviarlos. Solo administran los conocimientos científicos disponibles, son un mero instrumento técnico de aplicación. Para ellos lo psíquico no es asunto suyo, pero parece que no quieren saber nada de lo psíquico de ambas partes. Como si la mente y el cuerpo fueran cosas separadas. Idéntica estafa carente del debido profesionalismo.
¿Qué temen al alzar estas barreras tan limitantes para los dos lados? Tienen miedo a mezclarse demasiado en una relación que no saben controlar, para lo que no se han preparado en la Universidad o en el MIR, o en el resto de sus relaciones, o en la vida. Miedo a pringarse, a contagiarse. Miedo a lo que reconocen de él en el otro, a lo que destapa el otro de sí mismo. Entonces, al médico desapegado y déspota, al burlón, criticón y sarcástico, ¿qué le causa pavor de lo que espeja el paciente?

13 comentarios:

  1. Sorprendida me tienes con esta reflexión y con este nuevo blog que no conocía.
    Es importante que los profesionales de la salud se hagan preguntas de este tipo para precisamente crecer. El que no es inquieto no avanza, el que no busca no halla...
    Un beso y mi enhorabuena doble.

    ResponderEliminar
  2. Querida doctora:
    A colación del último párrafo y desde un punto de vista profano, pues no soy médico sino todo lo contrario, paciente (medianamente observador, me temo), recuerdo que el eximio esritor y también galeno Louis-Ferdinand Céline se pregunta a sí mismo en un pasaje de la excelente y brutal novela "Viaje al fin de la noche" por qué se había hecho médico. Confiesa que había decidido ejegir esa profesión para enfrentarse a personas que se encuentren en posición más débil que él. Recomiendo a todos ese libro. Una novela "como las de antes", de esas que pocos se atreverían hoy a escribir, y, me temo, ningún editor se plantearía publicar.

    ResponderEliminar
  3. Enhorabuena por esta nueva ventana de reflexión, Ángeles. :D
    Blanca.

    ResponderEliminar
  4. La tarea hecha a tiempo, como siempre.
    Enhorabuena y suerte.
    Claudio haciendo que la tonga de libros por leer de mi mesilla de noche siga creciendo, ¡que estress!
    Nieves

    ResponderEliminar
  5. Siempre poniendo el dedo en la llaga,provocando la reflexión y admiración.Gracias, Ángeles y también mi enhorabuena triple, aunque una de ellas me llena de tristeza.Soy así de egoísta.

    ResponderEliminar
  6. Difícil frontera, amiga. Difícil frontera... ¿Dónde empieza y acaba el profesional? ¿Dónde están los límites de la implicación?,... Es la eterna pregunta que conduce a buenos profesionales a acabar con su vida personal y a malos profesionales a acabar con la de sus pacientes, que giran y giran en torno a él sin encontrar soluciones a su verdadero problema sino parches para tapar las heridas por las que sangran sus males... Excelentísimo cuadro reflexivo que planteas. FELICIDADES de verdad Ángeles. Es un reto difícil que nos pones con este blog. Empujaremos todos para hacerlo caminar y que se oigan esos sonidos más allá de los fonendoscópicos. Feliz viaje!!

    ResponderEliminar
  7. Gracias a todos por la visita y por sus comentarios, trataré de colmar expectativas: las de ustedes y las mías. Es un reto que iré perfilando, para eso son imprescindibles sus comentarios. Les espero por aquí.
    Besos

    ResponderEliminar
  8. Buen espejo donde mirarnos este que nos colocas a los profesionales.
    Como dice el dicho, en el término medio está la virtud.
    Pero ¡qué subjetivo puede llegar a ser ese término medio!
    ¿Tú sabes dónde está?
    Porque te juro que yo no tengo ni idea.
    Enhorabuena y larga y fonendoscópica vida a este blog.
    Un abrazo bien fuerte

    ResponderEliminar
  9. No, Ana, no tengo ni la menor idea, por eso he abierto este blog, a ver si nos acercamos entre todos a ese virtuoso término medio, un gran reto.
    Gracias por acercarte al blog.
    Besos

    ResponderEliminar
  10. La virtud es el término medio de cada uno, una huida de los extremos generadores de desconfianza, ansiedad dañina y desgaste..., pero es personalísimo, no existen recetas ni guías para alcanzarlo, ni en el ejercicio de una profesión de servicio ni en la propia vida. O, al menos, eso creo yo, ¿estaré equivocada?. Seguro¡¡¡.
    Felicidades Ángeles por tu nueva obra, aunque con un toque de nostalgia por continuar un camino distinto... Que seas inmensamente feliz por tu nueva senda¡¡¡¡
    Begoña

    ResponderEliminar
  11. Muchas gracias, Begoña. Cierto lo que escribes, la virtud está en el término medio, los extremos vienen a ser lo mismo, no son opuestos. Espero contribuir a rozar este equilibrio siempre inestable, siempre inasible, pero siempre deseable.
    Un beso

    ResponderEliminar
  12. Hola Ángeles, me ha sorprendido este acertadísimo artículo, espero impaciente tus próximas reflexiones.
    En otro ámbito, a mí me recuerda a una reflexión de Semprún en "La escritura o la vida". Esa obra es un relato de su internamiento en el campo de concentración de Buchenwald y, a la vez, una reflexión sobre cómo escribir sobre ello. Viene a concluir que esa experiencia sólo puede ser contada desde la distancia que adopta el narrador de ficción, porque revivirla como tal incapacita para articular acerca de ella un discurso comunicable.
    En cierta manera, creo que esto puede aplicarse a la relación terapéutica de cualquier clase. El paciente no sólo busca en el médico que le cure, sino también que "le diga lo que tiene", que articule un discurso, una explicación que justifique lo que le pasa.
    Nuevamente, gracias por tu artículo.

    ResponderEliminar
  13. Gracias por tu comentario, Henrik, acertada también tu reflexión, el paciente busca en el médico que nombre lo que él no puede poner en palabras, pero yo quisiera ir un poco más adelante y que sea el paciente quien consiga articular sus propias palabras, que consiga decir eso para él innombrable. Ya sé, un reto en la sanidad pública, pero, ¿qué es la vida sin retos?
    Espero verte por aquí, besos.

    ResponderEliminar